Puede que creas que los villanos de esta historia son los gorros, la lluvia, el aire, el acondicionador, la almohada o incluso tu cepillo pero sentimos decirte que no tienen tanta culpa como imaginas. El problema se debe a que seguramente tienes el cuero cabelludo graso, es decir, que sus glándulas sebáceas generan más grasa de la que el pelo necesita para estar lubricado y protegido y… ya sabes lo que viene después.
¿Por qué se produce ese exceso? En muchos casos, se trata de una cuestión genética aunque hay otros factores que también influyen. Por ejemplo, una mala alimentación, estrés, desequilibrios hormonales, malas costumbres al lavarlo, uso de productos inadecuados, etc. Y aquí viene la buena noticia: incluso en los casos en los que el origen está fuera de tu control, hay una serie de hábitos que ayudan a que el cabello aguante más tiempo limpio.