¿Cómo puedo proteger mi piel de la contaminación?

Existen dos formas de contaminación. La contaminación primaria, que se relaciona directamente con la actividad humana: coches, industria, calefacciones, etc. Y la contaminación secundaria, que tiene que ver principalmente con el ozono que se genera a partir de la contaminación primaria y que sufre alteraciones por los rayos ultravioleta y el calor; en otras palabras, el famoso "efecto invernadero". La contaminación se compone en gran parte de gases: ozono, dióxido de nitrógeno, dióxido de azufre y monóxido de carbono. Otros componentes incluyen partículas finas como polvo, metales pesados y compuestos orgánicos volátiles como benceno o hidrocarburos, entre otros.

El monóxido de carbono provoca la hipoxia celular, es decir, la contaminación impide la oxigenación y causa la asfixia de nuestra piel en el proceso. El metabolismo de la piel se vuelve más lento y las consecuencias se hacen visibles en la superficie: pérdida de luminosidad, sequedad y arrugas. Además de impedir que la piel respire, las partículas que obstruyen los poros se depositan favoreciendo la aparición de imperfecciones y tonos de piel irregulares. El dióxido de azufre rompe la capa hidrolipídica de nuestra piel. La piel se hipersensibiliza, irrita y se vuelve más propensa a las alergias. Los efectos negativos del dióxido de azufre se agravan con el ozono. Combinados, provocan la inflamación de la piel. La contaminación, los radicales libres y los rayos ultravioleta generan estrés oxidativo y con él, el daño celular de nuestra piel. Este estrés afecta a la dermis y a la epidermis y desencadena un envejecimiento prematuro de la piel. Las fibras de colágeno y la eslastina se ven dañadas, el rostro pierde elasticidad y las arrugas se acentúan.

Una hidratación adecuada ayuda a combatir los efectos negativos de la contaminación. Cuanto más te hidrates la piel, más difícil será que las toxinas penetren en sus capas. Por suerte, se ha desarrollado una nueva generación de cosméticos "anticontaminación". Ricos en antioxidantes (polifenoles, taninos, niamicida y vitamina B3) y flavonoides, estos productos actúan como un escudo protector. Y por último, es fundamental utilizar protección solar para evitar la oxidación producida por los rayos ultravioleta. ¡Y no te olvides de limpiar bien la piel al final del día! Eliminarás todas las impurezas, toxinas y polvo acumulados a lo largo del día.