Pero antes, nunca está de más conocer unos cuantos truquitos que te ayuden a prevenir antes de tener que reparar el pelo dañado. Apunta:
● Usa un protector de calor. Sería inútil pedirte que te lo planches con menos frecuencia o que lo dejes secar al aire libre, pero al menos, cuando vayas a usar una herramienta de calor, protégelo.
● Baja la temperatura. Del agua —mejor tibia que hirviendo—, de la plancha y, por supuesto, del secador.
● Dale otra oportunidad al acondicionador. Intuimos que vuestra relación se ha enfriado y merece la pena recuperarla. Este producto no solo sirve como tratamiento para el pelo dañado, sino que también sella la cutícula. Vamos, que lo necesitas en cada lavado.
● Aliméntate (y aliméntalo) mejor. Además de cuidarlo por fuera, refuérzalo por dentro comiendo bien, rico y variado. Para ello, incluye en tu lista de la compra alimentos como las almendras, el brócoli, las legumbres, las mandarinas o la canela, que contribuyen a que tenga un aspecto más sano y fuerte. Recuerda, el primer tratamiento para el pelo dañado es una dieta equilibrada.
● Córtate las puntas cada dos o tres meses. No esperes a que las puntas se enrosquen sobre sí mismas para ir a la peluquería, ni siquiera a que estén abiertas. A la mínima señal de alarma, sanea (aunque sea un poquito).